Sunday, June 25, 2006

EL PAPA BUENO, PASTOR Y NAVEGANTE.-


El "Papa Bueno" Juan XXIII -uno de los papas más entrados en kilos que ha tenido la Iglesia- se cuenta que cada vez que se subía a la silla gestatoria lo hacía a regañadientes, murmurando su desencanto por el esfuerzo. Y que la primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a quienes iban a cargar con él: "¿No se hundirá esto con tanto peso?".
Cuentan que en su primera noche como Pontífice pidió al cardenal Nasalli que se quedara a cenar con él. Pero el purpurado le dijo que era costumbre que los Papas comieran solos, a lo que el recién elegido respondió: "¡Tampoco de Papa van a dejarme hacer lo que me de la gana!". El cardenal, accediendo a la petición preguntó: "¡Santidad!, ¿puedo traer champán?". Juan XXIII respondió: "¡Sí, por favor, pero no me llame Santidad, que cada vez que así lo hace me parece que me está tomando el pelo!".
Al principio de su pontificado, Juan XXIII tuvo que posar para los fotógrafos, para que éstos hicieran las fotografías oficiales del nuevo Papa. En una ocasión, inmediatamente después de posar ante las cámaras, recibió en audiencia a monseñor Fulton Sheen, que era un obispo muy conocido en Estados Unidos porque predicaba en televisión. Al saludarle, Juan XXIII le manifestó con toda sencillez: "Mire, Dios nuestro Señor supo ya muy bien desde hace setenta y siete años que yo había de ser Papa. ¿No pudo haberme hecho más fotogénico?"

En otra ocasión, al despedirse un obispo polaco después de haber sido recibido en audiencia por Juan XXIII, ya casi desde la puerta, dijo: "Alabado sea Jesucristo". Entonces, el Papa le hizo volver para decirle: "En Bérgamo, nuestro pueblo, que es listo y piadoso, al saludo Alabado sea Jesucristo se responde diciendo: "Sea por siempre alabado, señor cura, y el diablo sea ahorcado".

Siguiendo sus costumbres de Venecia, Juan XXIII, desde el comienzo de su pontificado, solía pasear un buen rato todas las tardes. Lo hacía por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los funcionarios del Vaticano de que "había que hacer algo…, tal vez cerrar la cúpula a los turistas para que no vean el paseo del Papa…", respondió con mucha tranquilidad, preguntando a su vez: "¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por qué hay que cerrar la cúpula?" Aquellos hombres le contestaron: "Santidad, es que todos os verán…" Ante esta respuesta, Juan XXIII pensó un poco y les dijo: "No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos".
Eligió el nombre de Juan porque así se llamaba su padre y le era muy dulce. Pues bien, era un fumador empedernido y le encantaba subir a la torre más alta del Vaticano y observar a la gente de Roma. Había sido sargento sanitario en la Primera Guerra Mundial y lo recordaba con buen humor. Era gordo y cuando lo eligieron papa, le quedaban pequeños los tres talles que preparan los sastres para los hábitos pontificios. Logró sorprender a todos cuando convocó por sorpresa el Concilio Vaticano II, en enero de 1959.