Monday, November 24, 2008

El acerod de Damasco.-


Del siglo X al s. XVIII en la región de Damasco -Siria- se produjo una aleación para espadas y armas cuya calidad las convertiría en leyenda. El hecho de que en el presente no se conozca a ciencia cierta cómo se forjaban, las ha convertido en uno de los mayores misterios de la historia de la ciencia, ya que estudios recientes han demostrado la presencia de nanotubos en sus estructuras.
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Duro y a la vez flexible, de una calidad tan soberbia que llegaba a rebanar las espadas europeas y mongoles portadas por los distintos ejércitos que invadían la región, el acero de Damasco resultó víctima del secreto y recelo con el que los herreros que lo producían guardaban su forja. Y no era para menos ya que además de ser una ventaja formidable en el campo de batalla, la aleación era una mina de oro para quienes la producían. Durante las Cruzadas, e incluso durante la gigantesca invasión mongol a Medio Oriente en el siglo XIII, nobles y generales de ambos bandos pagaban fortunas por estas piezas. Dichos montos no solo se justificaban por la verdadera calidad de dicho acero, sino que además eran alimentados gracias a la gran cantidad de mitos y leyendas que existían a su alrededor. Se llegó a decir desde que su filo era tan agudo que era capaz de rebanar una lámina de seda sólo dejándola caer sobre el mismo; y hasta que llegaba a cortar rocas sin perder su filo.
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Otras teorías sobre la pérdida de la técnica indican que posiblemente el principal factor haya sido la caída en desuso de la misma, tras el agotamiento de los yacimientos ricos en tungsteno de la región, lo que impidió la fabricación y así la posibilidad de pasar el conocimiento a nuevas generaciones -debemos tener en cuenta que en el pasado muchas veces las indicaciones no se escribían o anotaban con el fin de evitar su robo o copia, sólo siendo transmitidas por vías de la experiencia de mentor a alumno-. Nadie sabe a ciencia cierta la técnica exacta, pero un estudio realizado en la Universidad Técnica de Dresde, Alemania, en el cual se utilizaron rayos X y microscopía electrónica, ha dejado atónita a la comunidad científica al demostrar que efectivamente el acero de Damasco presenta nanotubos de carbono y otras nano-estructuras en su composición. Hoy día estas particularidades en aleaciones y compuestos modernos son producidas industrialmente mediante la utilización de complejas técnicas desprendidas de la industria aeroespacial.
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Dejando al lado los estudios modernos y hablando de su posible origen, hoy se sabe que la técnica se originó entre el siglo III y el I antes de Cristo en la India. Dicha técnica fue la primera en refinar una aleación utilizando un catalizador para remover las impurezas. Consistía, tras obtener un acero rico en carbono, en refinarlo utilizando un vidrio especial el cual elevaba a la superficie de la masa en caliente las impurezas, dejando en el centro un acero mucho más puro. La técnica iría viajando con los mercaderes y las tribus que, a causa de las guerras, eran desplazadas hacia el oeste. Una vez en Medio Oriente, alrededor del siglo IX después de Cristo, la técnica sería refinada y mejorada gracias a los extensos conocimientos en metalurgia de la región, dando como resultado el mejor acero para espadas de la historia. Esta teoría ha ganado mucha fuerza ya que también explicaría el surgimiento del acero de bulat fabricado en tiempos medievales en Rusia.
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El bulat no solo presenta características muy similares al de Damasco, sino que además, tras estudios arqueológicos, se pudo trazar su origen a Persia -bulat significa acero en persa- y de allí a la región de Samanalawewa, uno de los lugares en Asia donde se practicaba la técnica de la cual desciende el acero de Damasco.