Con respecto a los propios rituales de magia guerrera, la impresión que obtenemos es la de ritos en los que la noche, la luna, el fuego, animales como el lobo o el oso, así como la ingestión de determinadas plantas o bebidas jugarán un papel fundamental, siendo especialmente relevante la idea de la transformación figurada del neófito en alguno de estos animales salvajes (Peralta Labrador 2000: 168-188). Los miembros de las cofradías guerreras en virtud del ritual mágico se convierten así en guerreros que practican una suerte de éxtasis o furo desencadenado, al que se asocia la idea de incorporar al alma facultades propias de estos animales. Una licantropía guerrera que otorgaría una terrible ferocidad propia de esos guerreros berserk que hemos señalado anteriormente, y que recogidos en las sagas escandinavas, se pueden reconocer también en Tácito (Germ, XLIII, 5) al referirse éste a un pueblo guerrero al que denomina “Hari”. Verdadero ejército de aspecto infernal que bien parece remitir a esa idea de guerrero-lobo, guerreros berserk, que venimos estudiando: “En cuanto a los Harios, aparte de su fuerza, en la que aventajan a los pueblos enumerados poco ha, truculentos de por sí, aumentan su innata ferocidad con tretas y ocasiones propicias, llevan escudos negros y los cuerpos pintados, escogen para combatir noches tenebrosas y sólo con el fantasmagórico pavor de este ejercito de espectros, siembran el terror”.
Una cita como esta no podemos evitar ponerla en relación con la citas de Apiano sobre lusitanos y vacceos, en las que bien podrían estar señalándose ideas análogas al indicarnos como: “atacó Viriato con seis mil hombres con el tumulto y el griterío propio de los bárbaros y con el cabello largo, que suelen agitar en guerras frente al enemigo para infundir miedo” (Iber. 67). O como: “los jinetes de los bárbaros que habían salido antes de la llegada de Lúculo en busca de forraje, al no poder volver a la ciudad por causa del asedio de Lúculo, corrían alrededor de su campamento profiriendo gritos… mientras que los de dentro les hacían eco. Por lo cual cundió entre los romanos un temor extraño” (Iber. 54). La idea de guerreros frenéticos y de propiciar temor al enemigo se repite en los tres textos, tanto en el de Tácito como en los dos de Apiano, y dicha idea apunta directamente al mundo de la mannerbünde y sus rituales de iniciación y magia guerrera que son los que ciertamente, parecerán imprimir el estilo definitivo a la belicosidad “bárbara”. Por otra parte el hecho de que podamos encontrar esa analogía de ideas entre el mundo germánico y el mundo hispano céltico, no deberá de extrañarnos. La idea de sociedades iniciáticas y guerreras puede rastrearse a lo largo y ancho de Europa, desde los itálicos arcaicos, hasta el mundo balto-eslavo, pasando por la Dacia, Irlanda, o Grecia. Siendo una idea que nos remitirá a ese fondo común indoeuropeo, germen de todas estas culturas (Peralta Labrador 2000: 171 y 172).
Nos encontramos así con un mundo ritual que escenifica y al tiempo imprime el estilo y carácter de la mannerbünde, y que nos muestra el cariz y origen de ese “furor bárbaro”, asociándolo a éstas sociedades iniciáticas y guerreras en las que las que la idea de la licantropía, como vamos a ver, jugará un papel esencial. Es decir, esa magia guerrera a la que nos hemos referido en diversas ocasiones, estará fundamentalmente basada en ritos en los que acompañados de mascaras, disfraces y pieles de lobo u oso, la ingestión de alguna sustancia alucinógena o bebida embriagadora, la posible ingestión de ésta mezclada con la sangre, entrañas o grasas de un lobo u oso, el acompañamiento de la ceremonia con alguna danza o música ritual, en noches de especial significación y entre guerreros de derecho que ejercen de oficiantes, provocaría un estado de sugestión en el que los neófitos sentirían despertar en su alma o unir a su alma, las cualidades propias de la bestia depredadora que han tomado por referente simbólico. Adquiriendo entonces su instinto, sus facultades, su ferocidad y resistencia, incorporando a su condición humana cualidades propias de animales salvajes, cualidades propias de lobos. Convirtiéndose también de alguna manera, en miembros de una manada (Peralta Labrador 2000: 172-174).
Este tipo de rituales mágicos, crean así un tipo especial de guerreros. Una élite dentro de la propia élite guerrera a la que correspondería un determinado estilo o rasgos distintivos posiblemente asociados al color negro, la tonalidad oscura, y la noche. Pues sociológicamente dichas tonalidades convendrían a guerreros que combaten con medios mágicos (González García 2007: 357 y 358). Guerreros que han incorporado elementos propios de la soberanía mágico-religiosa a sus ritos y tácticas de combate, y se han convertido así en la forma más elevada y completa de “guerrero bárbaro”. Todo ello auspiciado por ese dios de la mannerbünde, verdadero garante de dicha magia guerrera, y divinidad predilecta del “guerrero consagrado”. De la conversión de la simple banda armada, en una suerte de Orden guerrera.
Obviamente es desde esta perspectiva de Orden que podremos dar mayor comprensión y calado al rito de la devotio, de los “consagrados” hasta la muerte a sus jefes. Incluyéndose entonces dicha institución de la devotio, en todo el entramado de los ritos y magias guerreras que venimos señalando, y que son un pilar fundamental del mundo de la mannerbünde.
Encontramos así que la cofradía guerrera poseerá por un lado, una innegable dimensión espiritual. Que ese trascenderse a uno mismo que hemos visto lleva implícita la ética heroica de dichas cofradías, tiene un carácter fundamentalmente religioso. En el sentido más etimológico de esta palabra, de religar al Hombre con su esencia espiritual (Dumezil: 1990). Pero también y por otra parte vemos como el mundo de las cofradías guerreras, tiene a su vez una dimensión puramente mágica. De manejo de fuerzas invisibles que se pliegan a la voluntad de los Hombres y propician la “transmutación” del simple guerrero, en un guerrero-lobo, en un guerrero berserk de furor irrefrenable y aterrador. Obviamente el escenario idóneo para trabajar, preparar, y desarrollar tanto ese vínculo entre el mundo guerrero y el mundo “divino”, como esa licantropía mágica que venimos señalando, es la propia mannerbünde. La “cofradía guerrera”, los guerreros consagrados y puestos bajo la advocación de la divinidad protectora de la fratría. Ese Lug-Wotan-Odín que hemos señalado anteriormente y que será el señor de los guerreros furibundos, de esos guerreros-lobo que las sagas escandinavas llaman berserk, que ya siglos antes recogió Tácito al hablarnos de los Hari (Germ, XLIII, 5), y que quizás también estaría recogiendo Estrabón al hablarnos de la “rabia bestial” de los cántabros ( III, 4, 17). Es el ámbito de esa licantropía mágica que antes hemos mencionado. La idea de que el guerrero puede fusionar mágicamente su alma con la energía vital del carnassier, integrando ésta en sí mismo y adquiriendo entonces facultades aparentemente sobrehumanas . De alguna manera el guerrero no solo parecerá una bestia salvaje, un lobo o un oso, sino que en cierta medida y en virtud del ritual mágico, será realmente una bestia salvaje. Su “trance” guerrero exteriorizaría esa dimensión animal de su alma y las vestimentas o pinturas oscuras, las danzas, cánticos o aullidos, o las pieles de lobo cubriendo su cuerpo, no serían sino elementos de apoyo a la verificación de la metamorfosis. Estos “Hombres-lobo” de las culturas del Hierro serán el origen de los Hombres-Lobo del folclore, cuya tradición podremos encontrarla en el corazón mismo de la cultura popular de la Edad Media (Lecounteaux: 1999).
Viendo toda esta dimensión espiritual, iniciática y mágica de las mannerbünde de las tradiciones del Hierro, no resultará descabellado platear la posibilidad de ver en ellas el germen de las futuras Ordenes de Caballería de Medioevo. Las cuales además, coincidirán en su esplendor durante la Plena Edad Media, con la renovación de la idea de Imperio e incluso con el enfrentamiento de éste con la Iglesia de mano de los Hohenstaufen. Lo cual nos acerca a esa idea que queremos platear al final de éste estudio, del Imperio como el modelo de organización propio de la más elevada tradición de sociedad de jefaturas y aristocracias guerreras.
Gonzalo Rodríguez García.
ODELOTOLEDO
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[1] El nombre de algunas tribus de celtíberos o cántabros parece hacer referencia a este tipo de mundo ritual y simbólico. Tal sería el caso de los lobetanos celtibéricos, o de los orgenomescos de Cantabria, cuyo nombre vendría a significar “los ebrios de sangre” (Peralta Labrador 2000: 121)
[1] “Masacraban a los hombres y ni el hierro ni el acero podían contra ellos.” (Sturluson 1997)
[1] “Masacraban a los hombres y ni el hierro ni el acero podían contra ellos.” (Sturluson 1997)