Una pregunta para los amantes de la historia: ¿Que ocurrió el 9 de octubre de 1582?
Antes de que comencéis a devanaros los sesos buscando en los libros, responderé yo mismo a la pregunta: ese día no ocurrió absolutamente nada… porque nunca existió. ¿Que cómo es posible? Bien, la explicación a éste hecho es una de mis anécdotas históricas favoritas.
Todo comenzó en la época del Imperio Romano. En las provincias romanas se utilizaba para medir el tiempo el llamado calendario romano, basado en el movimiento de la luna, que dividía el año en 10 meses (6 meses de 30 días y 4 de 31 días) con lo que la duración del año quedaba en 304 días. Evidentemente, el calendario tenía un desfase enorme que los pontífices paganos arreglaban dedicando los días que sobraban a festejos. Sin embargo, dichos reajustes no evitaron del todo el desfase, ocurriendo por ejemplo que el invierno estaba fechado en lo que era en realidad el otoño astronómico.
Así las cosas, fue finalmente el emperador romano Julio César quien terminó con el desfase ordenando una reforma en el calendario en el año 45 A.C. Julio César instauró el calendario juliano como la medida oficial del tiempo en el Imperio. El calendario juliano, llamado así en honor a su instaurador, se basaba, al contrario que el romano, en el movimiento del sol, y establecía la duración del año en 365,25 días. Esta cifra se redondeó a 365 determinando que un año de cada cuatro sería bisiesto (con un día más de duración).
Casi cuatro siglos después, en el año 325 D.C., tras la aparición del crisitanismo y habiendo terminado las persecuciones, la religión cristiana se había convertido, gracias al emperador Constantino, en la oficial del Imperio. Constantino convocó un concilio religioso para fijar fechas y otras disposiciones administrativas: el Concilio de Nicea.
En dicho Concilio se establecieron las fechas de muchas fiestas religiosas empleando el calendario juliano. Pero sólo una de estas fechas es la que nos interesa: la fiesta de Pascua. Para establecer su celebración, se confió en un criterio astronómico, decidiendo los obispos allí reunidos que se celebrase dicha fiesta el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera. Esta fecha resultó ser en el año 325 el día 21 de marzo. Pero como la fecha se calculaba, como he dicho, en base al plenilunio y no en base al calendario, con el paso de los años el desfase astronómico del calendario se fue haciendo evidente.
Esto se debe a que el calendario juliano tenía un pequeño error de cálculo, ya que consideraba que el año estaba constituido, como hemos dicho, por 365,25 días. Sin embargo, la cifra correcta es de 365,242189. Por tanto, la diferencia de la duración de un año entre el calendario juliano y el valor real era de unos 11 minutos.
Pero no fue hasta mucho tiempo después cuando la Iglesia decidió que había llegado el momento de enmendar el error. En 1582, el Papa Gregorio XIII tomó la decisión de reemplazar el calendario juliano por el llamado desde entonces calendario gregoriano (en honor al Papa Gregorio XIII) que utilizaba la cifra correcta de 365,24 días y era, por tanto, mucho más preciso.
Tras 1257 años de desfase, la Pascua había pasado de coincidir el 21 de marzo a adelantarse hasta el día 11 del mismo mes: se había acumulado un retraso de 10 días.
Se eligió para implantar el nuevo calendario la fecha del 5 de octubre, que para corregir el error de cálculo del calendario juliano se convirtió instantáneamente en el 15 de octubre. Por lo tanto, en los días entre el 5 y el 15 de octubre de 1582 no ocurrió absolutamente nada porque a efectos históricos… nunca existieron.